Última newsletter de 2023. Aprovecho para desearos un muy feliz 2024 y que se cumplan todos vuestros deseos, tanto personales como profesionales.
Por mi parte, quiero daros las gracias por seguir leyéndome todas las semanas. A mí y a los colaboradores que amablemente comparten sus experiencias y conocimiento con todos los lectores. Este año hemos tenido un montón de invitados tanto en verano como ahora en diciembre, lo que me ha permitido descansar un poco y desconectar ligeramente de la actualidad deportiva que, a veces, llega a agobiar.
Os recomiendo echar un vistazo al archivo de la newsletter y leer (o releer) algunas de esas colaboraciones, que han hecho gala de un gran nivel.
Terminamos el año con 4.261 suscriptores (1.703 en substack, 2.558 en LinkedIn). Una cifra importante para una newsletter que empezó como un hobby, un side project, pero que en unas pocas semanas cumplirá 3 años.
Otro hito que tengo que celebrar es el éxito de mi otra newsletter sobre inteligencia artificial: Spacio IA. Si me siento orgulloso de FinalScore, no os quiero contar las alegrías que me está dando Spacio IA. Baste deciros que solo hace 2 semanas que publiqué la primera newsletter en LinkedIn y ya tengo 1.000 suscriptores en esa plataforma 😳
Spacio IA: 1.000 suscriptores en 2 semanas por 2.558 de FinalScore en 88 ediciones 😆
Si le sumamos los 194 suscriptores de Substack, totalizamos 1.194 suscriptores en mes y medio. Se ve que esto de la IA despierta mucho interés.
Por el momento, seguiré con la misma dinámica: FinalScore será semanal y Spacio IA mensual, aunque quizás haya algunos pequeños cambios. Ya lo iremos viendo.
Cerramos 2023 y deberíamos empezar 2024 con fuerza en una industria que cada día es más compleja y sofisticada, con muchas incertidumbres, pero con un gran potencial.
Vemos cómo el deporte crece con fuerza en Estados Unidos a nivel de audiencias locales, cómo las distintas competiciones se refuerzan y dan pasos en la conquista del mercado internacional y cómo los inversores dirigen su mirada (y capital) hacia el fútbol europeo.
La Fórmula 1 también se ha hecho su hueco en EEUU, despertado el interés de inversores y disparado el precio de las escuderías. Es lo bueno de ser una competición cerrada donde la escasez hace que las valoraciones crezcan de forma importante.
Crecimiento de deportes como el pickleball, deportistas que invierten, las mayores compañías del mundo comprando derechos de competiciones, importantes eventos globales celebrándose en suelo americano en los próximos años… sin duda, un mercado en ebullición.
Del otro lado, Arabia Saudí que no para de atraer eventos, comprar competiciones y atraer talento futbolístico y ejecutivo para convertirse en un player de referencia a nivel mundial. Unos bolsillos sin fondo y un objetivo claro de limpiar su imagen y conseguir el respeto de la industria. Mezcla explosiva.
Mientras, en Europa, sobrevuela la sombra de la Superliga y tenemos a todos los estamentos enfrentados para proteger su status quo, creando más competiciones para generar más ingresos pero, según mi punto de vista, provocando una saturación que en algún momento puede que se dé la vuelta. Soy de los que piensa que en los momentos complicados, lo mejor es la colaboración y no la confrontación. Colaborar te fortalece, mientras que la confrontación te debilita frente a las amenazas externas.
Creo que era Napoleón quien decía aquello de “No interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”. Pues nada, nosotros a discutir mientras los demás avanzan.
Mientras, nos enfrentamos a una audiencia más líquida. Una audiencia cada vez más huidiza entre los X, Threads, TikTok, Instagram, Youtube, Twitch y lo que vendrá… una audiencia que tiene cada vez más opciones de ocio con los Netflix, Prime Video, HBO, Spotify, podcasts, videojuegos y miles de posibilidades más. Una audiencia que ciertamente es cada día más global pero que también tiene a un click el poder ver deportes de cualquier lugar del mundo, no solo los locales.
Por no extenderme más, también tendremos que decidir si la IA es aliada o enemiga. Está claro que nos ayudará a traducir nuestros contenidos de forma mucho más rápida y barata, nos permitirá personalizar nuestros mensajes a los aficionados, detectar precozmente posibles lesiones, ser mucho más eficientes en los despachos y decenas de ventajas más. Pero toda disrupción suele conllevar efectos negativos, como el impacto que pueda tener en los derechos de autor, de imagen, en que cualquiera pueda generar contenidos de todo tipo y convertirse en creadores (como ya pasó con los influencers) y cómo influirá esto en los presupuestos (finitos) de publicidad de las marcas.
Puede parecer que dibujo un panorama pesimista, pero yo lo veo fascinante. Por fin, la industria del deporte, normalmente reactiva, lenta y pesada, se ve sacudida y obligada a moverse rápido, a mirar más allá de su burbuja, a sofisticarse, asociarse (de verdad y no con patrocinios) con terceros y a ser proactiva.
No sé lo que vendrá, pero seguro que nos vamos a entretener. De eso se trata.